Querida Yanie:
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Efectivamente,
la influencia de todo lo que nos rodea nos va moldeando, frecuentemente
de manera tan ascendrada que terminamos sin saber a ciencia cierta cuál
exactamente es nuestra personalidad, aquella con la que nacimos y que
nos viene de nuestro propio desarrollo a lo largo de muchas vidas.
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Lo
que resalta cuando vas deshilvanando todas estas influencias y eres
capaz de hacerlas de lado (entre otros métodos, por medio de la
recapitulación), es precisamente la personalidad que en esta vida has
querido ser. En otras palabras, lo que queda, de muchas maneras, es lo
mejor de ti.
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Es muy cierto que una vez que
limpiaste la personalidad encarnada de influencias externas adquiridas
durante estas vidas hay que seguir trabajando en mejorar lo mejor de ti
(porque se hace desde la carne, que es imperfecta), pero toma en cuenta
que todas esas influencias adquiridas en estas vidas conforman las
experiencias que tu alma misma ha querido experimentar (pues ella misma
las eligió libremente, de acuerdo a su plan de conocimiento y desarrollo
hacia la luz, partiendo desde la materia más densa), por lo que de
ninguna manera hay que subestimarlas. De hecho, ¡ellas son el por qué
del tipo de vidas que estamos llevando en esta Tierra, y del por qué
estamos en ella y volvemos a ella! Trabaja sobre ellas, sí, y libérate
de ellas, pero una vez que te quede la personalidad que te has ido
formando a lo largo de las diferentes encarnaciones, y sólo ella,
empieza a trabajar en manifestarte como un verdadero ser de luz
encarnado, que es lo que todos somos, aunque lo hayamos olvidado.
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Para
conseguirlo, no se trata tanto de recapitular o de utilizar cualquier
otra técnica específica, como de permitirse a sí mismo manifestar la
experiencia del amor en toda su plenitud. Ese es precisamente el valor
del poderoso decreto que dicta "venga a nosotros tu reino", aunado al
"hagase tu voluntad" del que tanto se ha hablado sin entenderlo.
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El
primer deseo del Padre fue salir del ser en potencia para manifestarse a
sí mismo en toda su plenitud, por lo que su primer don fue el
otorgamiento de personalidad (lo hizo así porque quiso experimentarse y
conocerse desde otros puntos de vista), de modo que no hay por qué
terminar con la personalidad que se nos ha otorgado. De hecho, ¡no hay
que terminar con la personalidad! Más bien, se trata de manifestar la
personalidad del padre creador por medio de la nuestra. Es entonces
cuando se experimenta el amor verdadero, la luz verdadera, el poder
verdadero, el conocimiento verdadero, y se los experimenta en toda su
magnitud.
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La nada no existe. Es tan sólo un
concepto en nuestras mentes, y ni siquiera una posibilidad. La nada es
la no existencia, por tanto no es, lo manifiesto así lo demuestra. No es
tarea nuestra el llegar a la nada. Nuestra tarea es manifestar plenamente al Ser por medio de nuestras personalidades individualizadas,
porque sólo el padre puede regresar al ser en potencia (que algunos
confunden con la nada), del cual despertó por obra de su voluntad para
conocerse y manifestarse en toda su plenitud, inclusive dividiéndose y
auto otorgándose al infinito.
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Así pues, si
quieres pensar qué otra personalidad adquirir, adquiere la del padre...
pero esa ya está en ti, nada más que todavía no te das cuenta.
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¿Sabes
qué es lo único que le podemos dar a nuestro Padre que él/ella todo lo
que es, no tenga? ¡Nuestra libre voluntad para que se manifieste a
través de nosotros! Y cómo el Padre lo es todo, lo que se manifiesta es
el Ser y no la nada (porque la nada, por definición misma, no existe, ni
puede existir. Por definición, lo único que puede existir es el Ser).
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La
personalidad más adecuada para los tiempos de hoy y los tiempos de
siempre es la del Padre creador. ¡Y pensar que nosotros nos matamos los
unos a los otros y sufrimos enormidades de manera innecesaria hasta que
llega el bendito día en que lo descubrimos!
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A
los chamucos se los expulsa con luz, aplicada impecablemente por medio
del intento inflexible, asumiendo la personalidad del Padre. ¡Así de
fácil!
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Enrique Rojas.
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